martes, 22 de mayo de 2012

1ª ETAPA

Primer Día 
5-sept-2011

Logroño - Azofra
37,14 km
Media: 11,8 km/h
Tiempo Rodado: 3:08'36''


     Como todos los primeros días, nos cuesta arrancar (y a la bici le pesa el culo especialmente).

     Después de un viaje chunguillo en bus, y de llegar a Logroño casi a las 02:00 de la mañana, decidimos quedarnos un poquito más en la cama. A la mañana siguiente nos esperan Nerea y Pablo para acompañarnos en bici hasta la Grajera. Enfadados y cagándose en todo porque al señor Gabriel  no se le ha ocurrido otra cosa que llenarse la cabeza de trenzas para hacer el camino más cómodo (yo quiero que él mismo escriba el final del viaje lo que opina de las trencitas). Y claro, hay que hacerlas marca de la casa, es decir, deprisa y a última hora.




     Nada más empezar tenemos que ir a por las credenciales de peregrino y a que Nerea recoja el casco que no quería ponerse porque decía que parece un champiñón (y llevaba, verdad, toda la razón, el casco era horroroso pero necesario, así que...). Es lo que tienen las rubias, que siempre quieren ir divinas.

    

En fin, que a eso de las 14:00 conseguimos arrancar sin más incidencias (salvo que se considere un contratiempo que se desatornille el portabultos y arrastre las alforjas por el suelo de Logroño) y con una comida de reyes esperándonos a la salida del pantano: chorizo, queso, "jamón del bueno" y pan recién hecho. Sólo faltaba la cercevita de rigor, aunque para eso es mejor esperar a la cena.

     Y después de una emotiva despedida (siempre duele despedirse de la gente que quisieras tener siempre cerca), de nuevo nos ponemos en marcha otra vez con la deliciosa soledad de acompañarnos el uno al otro.




     De camino a Navarrete, un par de cuestas criminales me hacen replantearme toda mi existencia, o lo que es lo mismo, que me entran ganas de abandonar, que lo veo todo muy difícil, y llego a pensar en darme la vuelta y quedarme en casita.. Pero entonces aparece el mejor compañero de viaje que se puede tener, ése te que da ánimos, te arranca una sonrisa y te contagia d ela positividad más absoluta. Lo que no implica que haga desaparecer las cuestas o las piedras que te obligaron a arrastrar la bici rumbo a Nájera. 

     Una bajadita hace que nos embargue la emoción y pasada la Capital del Mueble nos animamos a ir hasta Azofra, puesto que tiene un albergue con muy buena pinta. De nuevo las cuestas hacen flaquear los ánimos, retuercen las piernas y parece que se pierden las fuerzas. Pero de repente, y con el Astro ya casi escondiéndose, se vislumbra la figura de Azofra. Poco tardamos en encontrar el genial albergue desde el que estoy escribiendo estas palabras. Esta noche nos alejamos de lo que (seguro) va a ser la tónica del Camino, y podemos disfrutar de una habitación para los dos, de nuevo con mi compañía favorita.

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